Las elecciones regionales del domingo se nublan por un Presidente elegido en Áncash, inhabilitado por un delito de corrupción, y otro en Pasco en detención preventiva, también por corrupción. Cosas así conspiran contra el proceso de regionalización. Se trata, sin embargo, de hacer ajustes fundamentales y no de retroceder al nefasto centralismo previo. Veamos.

Primero, la corrupción. Ver la foto de un presidente regional buscado por la justicia o entrando esposado a “Piedras Gordas”, ya no llama la atención. Tanto, que la mayoría de gente ha perdido la cuenta de quienes están tras las rejas o prófugos. La mayoría no lo están, pero prevalece la percepción que delinquir desde un gobierno regional es “lo usual”.

Segundo, la fragmentación localista de la política con la evaporación de los partidos y la pérdida de un sentido nacional de las propuestas y planteamientos. A eso se suma el perverso diseño de los gobiernos regionales que deriva en sistemas débiles y precarios. Tras el pomposo título de “presidente regional”, hay una autoridad en realidad muy débil, con un Consejo Regional que le suele nacer adverso y con los perdedores buscando su revocatoria desde el primer día.

Tercero, las dificultades en la ejecución presupuestal en la mayoría de los gobiernos regionales. Algo se ha mejorado, por cierto, incluso sacándole ventaja al gobierno central. Cuando faltan 20 días para que termine el año, de acuerdo con la información oficial del MEF, la ejecución del presupuesto de los gobiernos regionales es del 80,2 % (el gobierno central está en 78,6 %). Podría ser –y ha sido– peor, pero, igual, hay mucho por mejorar en capacidades técnicas locales y, en especial, la calidad del gasto.

Para algunos problemas como estos serían la señal visible del “fracaso” de la regionalización. No creo que sea así. Mucho de lo que está ocurriendo era previsible por la inercia de un centralismo extremo enraizado en la historia del Perú desde la colonia. Hubiera sido milagroso que la regionalización –que sólo tiene una década– marchara sobre ruedas pues está yendo a contravía del lastre histórico. Creo más equilibrado describir lo que está ocurriendo como una “crisis de crecimiento”. Aunque, por cierto, con síntomas muy graves que llaman a la acción inmediata y no a seguir con la inercia de la inaceptable dejadez prevaleciente en el gobierno y el Congreso.

Las cosas, sin embargo, pueden corregirse y no, por cierto, con una regresión histórica a una nueva “re-centralización”. Tres estrategias destacan como las más urgentes. Primero, afinar a la brevedad las normas que regulan la elección, funciones y denominaciones de los gobiernos regionales. Desde la denominación de “presidente” regional hasta la reelección inmediata, pero incluyendo, también, un diseño distinto de los gobiernos regionales. Los presidentes elegidos en segunda vuelta este domingo se encontrarán con Consejos Regionales en los que estarán en minoría; muy probablemente les harán la guerra desde el 1 de enero. ¿No sería mejor una elección del “gobernador(a)” regional por la mayoría del consejo regional?

Segundo, afinar las reglas del sistema nacional de control en cuanto a los gobiernos regionales. De manera que no sólo se le dote de “dientes” en el sistema de control sino que también puedan desempeñar funciones de “control previo” de manera que –contra la ortodoxia– puedan ayudara las autoridades honestas a no meter la pata en la conducción de concursos y licitaciones públicas.

Tercero, estimular de manera relevante y visible –y sin mezquindades politiqueras– a los gobiernos regionales que hacen las cosas bien, pues sólo se pone atención en las sonadas y taquilleras acusaciones de corrupción contra alcaldes y presidentes regionales. Los que hacen las cosas bien no son “noticia” ni merecen estímulo. En columna anterior (LR 27/11/14) mencioné el excelente impulso de “Sierra Exportadora” con los premios entregados hace dos semanas a los “alcaldes productivos” por sus importantes proyectos; eso no fue “noticia”, acaso porque no había escándalo ni estaban enmarrocados o entrando a un penal. ¿No sería bueno extender un programa como este a todo el país y darle la prioridad que merece?