Está pisando firme, especialmente en las últimas dos semanas. Tres decisiones del papa Francisco que tocan a países de América, con coherencia sustantiva entre sí y que responden a la consolidación gradual del nuevo enfoque introducido en la iglesia Católica por el papa argentino.

La primera decisión fue el nombramiento de Blase Cupich, jesuita, como obispo de Chicago, una de las diócesis más importantes de EE.UU. Es destacado por su espíritu conciliador y tolerante y conocido por liderar las acciones de los obispos en EE.UU. contra la pedofilia. Ha expresado simpatía por quienes por su orientación sexual tienen que vivir en el miedo, marcando así claras distancias con tradicionalistas y cavernarios sobre quienes tienen orientación sexual distinta, calificados como “mercadería dañada” (purpurado limeño dixit).

Analistas conocedores de Cupich aseguran que reemplazará el énfasis en asuntos divisivos como el aborto o la homosexualidad y poniendo el foco en la justicia social. Casi en coincidencia perfecta con conceptos como los de Gustavo Gutiérrez, generador de la Teología de la Liberación, considera que se debe dar atención preferente a los pobres, el acceso a la salud “un derecho humano fundamental” y califica al racismo como “pecado”.

La segunda decisión es la detención y acusación penal contra el nuncio en Santo Domingo, Józev Wesolowski; primera vez que en el Vaticano se acusó oficialmente a un obispo de pedofilia, luego de conocerse la investigación sobre abuso sexual y prostitución de niños de 13-14 años reclutados en la playa para darle satisfacción al perverso purpurado. No le pasó la idea a Francisco recurrir al eufemismo del “árbol caído” para darle protección o tratarlo como “asunto interno”; lo puso en manos de la justicia. ¡Bien!

Un día después del arresto de Wesolowski, el Papa destituyó a Rogelio Ricardo Livieres, obispo de Ciudad del Este (Paraguay), por malversación de fondos y, especialmente, por darle protección al ultraconservador sacerdote argentino Carlos Urrutigoity, acusado de pedofilia en Pensilvania, EE.UU. Livieres, quien pertenece al Opus Dei, ha jugado a la confrontación negándose, primero, a renunciar y, luego de ser destituido, afirmar, beligerante, que por esa destitución Francisco “tendrá que rendir cuentas a Dios”.

Diferencias notables de manejo con lo ocurrido en el Perú el año pasado cuando graves hechos atribuidos al obispo auxiliar de Ayacucho fueron “encapsulados” como si fueran asunto interno de la iglesia (“el sexto mandamiento”). Fue sólo cuando se armó el escándalo –y no por iniciativa de la iglesia– que entró a tallar la investigación penal sobre este integrante del Opus Dei. Es conocido que en las semanas y meses que siguieron el investigado gozó de “protección” por sus allegados. Ha pasado un año. Presunción de inocencia, sí, pero muy grave que haya cero información sobre este asunto de interés público. El fresco viento vaticano no llega aún.

Estas decisiones han venido seguidas esta semana de otras adoptadas por el obispo de Mayagüez (Puerto Rico) contra un sacerdote, la investigación del Vaticano al obispo de Kansas City, Robert Finn, por ocultar pruebas de abusos contra niños y la orden de captura emitida por una Fiscalía en Honduras contra el sacerdote estadounidense Joseph Mauricio acusado de “mantener relaciones sexuales remuneradas” con niños de 14-16 años.

Pasos del papa Francisco como estos dan cuenta que no eran palabras huecas cuando decía que había que actuar “sin demora” y tienen todas significado profundo. Pero nada de esto se da en el vacío, sino en una dinámica muy concreta y “terrenal” de intereses en pugna, por lo que no podrá terminar de poner orden en casa sin resistencia.

Sabido es que en la compleja y sofisticada estructura eclesial hay facciones, intereses y grupos en pugna. Algunos no están precisamente “entusiasmados” con el “sin demora” o con decisiones como estas, sino dispuestos a dar batalla por el statu quo. Hay pues, mucha tela por cortar, pero pasos como estos son alentadores. Tiempos que, acaso, no se veían desde los del Concilio Vaticano II hace medio siglo.