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La corte “satánica”

Publicado: 2014-02-06

Ocurrió la semana pasada. También en La Haya. A pocas cuadras de donde el juez Tomka leía el lunes 27 el histórico y equilibrado fallo de la Corte Internacional de Justicia resolviendo la delimitación marítima pendiente entre Chile y Perú, que zanjaba todos los asuntos limítrofes que el Perú podría haber tenido pendientes. No muy lejos, otro tribunal internacional (el que investiga los crímenes en la ex Yugoslavia) debía escuchar el testimonio de Ratko Mladic.

Mladic, prófugo de la justicia durante 16 años y sindicado como uno de los responsables del genocidio de no menos de 12,000 civiles musulmanes en Srebrenica, exjefe de los militares serbobosnios, rechazó testificar ante la Corte que juzga también a Radovan Karadzic, el otro artífice de ese genocidio. Sustentaba su silencio desconociendo a la Corte, calificándola de “satánica”, en ostensible maniobra para parapetarse en un silencio que lo librase de alguna palabra o frase autoinculpatoria.

Así está el mundo. Grandes temas, de todo orden, que hoy se procesan y resuelven por el camino del derecho. Como ocurre también en las dos cortes regionales que protegen los derechos humanos –con rigor e independencia–, la europea en Estrasburgo y la interamericana en San José.

Nada de esto puede ocultar, por cierto, que estos progresos coexisten con el atropello y la barbarie, como ocurre hoy en lugares como Siria, República Centroafricana o Sudán del Sur, para mencionar sólo tres ejemplos contemporáneos, especialmente dantescos. Pero el balance es hoy mucho más favorable que en el pasado. Y en ello muchos de los tribunales en funciones están demostrando su inmensa valía y utilidad para procesar serios problemas contemporáneos con un especial protagonismo de América Latina. Cada Corte tiene su propia historia y su razón de ser, pero tienen al menos dos elementos –y retos– en común.

El primero es que funcionan para resolver problemas críticos por la vía del derecho internacional, no la de la “ley del más fuerte” ni por criterios políticos. Este es un fenómeno contemporáneo, pues no ha sido ese el formato dentro del que se han movido en la historia las principales tensiones en la humanidad. En esto América Latina, antes “protagónica” por dictaduras, impunidad, golpes de Estado y violencia, viene teniendo una particular relevancia en la construcción de esto que podría llamarse “nuevo orden”. Dos ejemplos.

Uno es el gravitante asunto de los límites marítimos en el mundo. Los recientes fallos sobre límites marítimos de países latinoamericanos (Perú-Chile y Colombia-Nicaragua) hace que en nuestra región se esté perfilando mucho de lo que es el nuevo derecho del mar. En otras regiones, especialmente en el Asia y en el mar de la China, las principales y crecientes tensiones entre una decena de países tienen casi todas que ver con alegados derechos a espacios marítimos y a islas en los mismos. Las decisiones en los casos latinoamericanos marcan pautas que tendrán especial repercusión en casos futuros en cuanto a criterios y estándares. Entre otras, la de resolver conforme a derecho y, de ser el caso, fijar luego los límites marítimos en equidad, como ha sido el reciente caso Perú-Chile.

El otro ejemplo es el de los derechos humanos. En este ámbito la Corte Interamericana ha venido consolidando su eficacia y legitimidad con decisiones que se van cumpliendo y de cuyos conceptos se nutren de manera creciente miles de tribunales y jueces latinoamericanos en una dinámica que es, además, recíproca. Es lo que se ha llamado el “diálogo jurisprudencial”.

El segundo elemento en común de los tribunales internacionales es que muchas veces “sacan roncha” a algunos extremistas. A quienes se identifican abierta o soterradamente con la “ley del más fuerte” o el autoritarismo, les produce urticaria que las tensiones se resuelvan en un tribunal o que la gente tenga derechos humanos. Acaso sin la elocuencia de Mladic, para los que sólo miran hacia el pasado, cualquiera de estas cortes es considerada en el fondo “satánica”. O sus trabajos atacados y distorsionados. Y no me refiero al legítimo derecho de analizar críticamente una sentencia, sino al discurso descalificatorio y deslegitimador (“satánica”, “terrorista”, etc.).

Felizmente la región marcha y el mundo va en una dirección en la que prevalecen quienes apuestan por un futuro en el que imperen la previsibilidad, el respeto recíproco y el derecho.


Escrito por

Diego García Sayán

Abogado. Ha sido presidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, Ministro de Relaciones Exteriores y Ministro de Justicia.


Publicado en

Pisando fuerte

Miradas globales enfocadas sobre derechos, sociedad y medio ambiente.