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Las redes y las niñas de oro

Publicado: 2013-12-26

La chispa que encendió la pradera fue un acto de corrupción atribuido a un Senador en Paraguay. Algunas semanas antes había sido acusado de haber hecho nombrar a la niñera de sus hijas como funcionaria de una empresa pública y, además, como funcionaria de la Cámara de Diputados. Al estallar el escándalo, tanto el Senador como la niñera fueron denunciados por la fiscalía. Pero los colegas del denunciado (en el Senado) se negaron a quitarle la inmunidad. Lo “blindaron”. 

Entonces se armó la grande: se pusieron en acción los “indignados”, acicateados por las redes sociales, levantando el papel higiénico como bandera. Y se unieron a la acción más de un centenar de restaurantes, bares, cines, hospitales, gasolineras y otros comercios de Asunción, prohibiéndoles la entrada a los 23 Senadores y sus allegados en donde eran abucheados si se aparecían por esos territorios. Luego de dos semanas el denunciado, finalmente, fue desaforado.

Un caso así ilustra de manera muy clara sobre tres temas cruciales. Primero, que la noción clásica de la democracia “representativa” en América Latina se queda corta frente a una dinámica social en la que la gente quiere participación directa y resultados visibles, concretos y, especialmente, inmediatos. Y que está dispuesta a adoptar formas imaginativas de acción ciudadana sin esperar a que las instituciones públicas actúen.

Un segundo aspecto es que si bien puede haber muchos factores que catapulten protestas y acciones ciudadanas, las sospechas fundadas de corrupción son un gatillador especialmente fuerte. Produce una inmediata indignación y, además, al tocar aspectos éticos muy evidentes, trasciende las ideologías y las clases sociales y facilita la respuesta social.

En este caso paraguayo la gente no “esperó” acciones de la autoridad sino que pasó directamente a la acción construyendo un eficaz tejido ad hoc. Y se pusieron simultáneamente en acción taxistas, estudiantes y dueños de empresas. La gente puede tener paciencia para hacer colas, esperar que ciertas obras públicas se terminen o escuchar aburridos discursos demagógicos, pero la pierde cuando hay visos de aprovechamiento del poder para fines particulares.

Un tercer asunto evidente en este caso es el vigor de las redes sociales. No sólo para expresar un sentimiento de la sociedad en un momento determinado sino, particularmente, para poner a la gente en acción. Reiterado eso en este caso concreto, es muy importante, sin embargo, no magnificar ni idealizar lo que son o pueden ser las redes sociales. Porque si bien en muchos casos las redes expresan de manera directa e inmediata sentimientos ciudadanos auténticos, no es exacto que sean meros medios “técnicos” disponibles esencialmente para el ejercicio de los derechos y los valores democráticos.

Pueden ser, también, espacios en los que prevalezca lo que se ha calificado como “barbarie digital”. No sólo con manipulación o el “bullying” sino como medio de expresión del “ciber odio” . Como ya está ocurriendo en muchos países, como contenidos basados en la intolerancia, la violencia y el crimen hacia inmigrantes, los sin techo, los homosexuales, musulmanes, judíos, gitanos, afro-descendientes y demás.

La sociedad tiene mucho de qué beneficiarse con la expansión y dinamismo de las redes sociales. Pero tiene ante sí, a la vez, el reto de encontrar y diseñar los medios democráticos para defenderse de componentes que buscan llevar a la sociedad a la prevalencia del fanatismo con niveles eventualmente diabólicos en su impacto y repercusión”.

Pese a los riesgos, no tengo duda de que el balance resulta siendo muy positivo a favor del valor de las redes sociales. Esto tiene especial relevancia, por cierto, en contextos en los que un poder concentrado de los medios ha afectado la pluralidad informativa y la expresión equitativa de las ideas. En esas circunstancias, las “redes sociales” son una de las pocas respuestas que la sociedad tiene a la mano para defender el pluralismo y la libertad de información. En esos contextos es muy claro que pueden ser decisivas para la libertad de información y de expresión. Pero el árbol no nos debe hacer perder de vista el bosque.


Escrito por

Diego García Sayán

Abogado. Ha sido presidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, Ministro de Relaciones Exteriores y Ministro de Justicia.


Publicado en

Pisando fuerte

Miradas globales enfocadas sobre derechos, sociedad y medio ambiente.