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¡Viva la vida!

Publicado: 2013-01-24

El caso de la argentina Juliana Finondo, de 39 años, ha dado la vuelta al mundo. Muchos lo consideran “un caso clínico extraordinario” pues pudo dar a luz, hace pocos días, pese a haber recibido un trasplante de corazón (hace 13 años) y a ser estéril. Todo gracias a la ciencia y, por cierto, a la fuerza de voluntad de ella y de su esposo, Gerardo Tuya. Un excelente tratamiento cardiológico y una eficaz fertilización asistida les permiten ser hoy felices padres de familia.

Pero si la ciencia ha sido el instrumento esencial para este auténtico “himno a la vida” que hoy simboliza esta pareja, el Derecho ha cimentado el camino. En particular, por el desarrollo conceptual y jurídico que facilita que esos adelantos científicos estén hoy jurídicamente disponibles para cada vez más gente. Y que, entre otros resultados, hoy día puedan circular en el mundo, con plenitud de vida, más de 5 millones de personas concebidas gracias a la fertilización asistida, conocida como “fertilización in vitro” (FIV). De no ser por esa técnica, esas personas simplemente no existirían.

La justicia interamericana ha puesto mucho de lo suyo para que este método  pueda estar disponible para parejas afectadas por la esterilidad. Que está calificada como una “enfermedad del sistema reproductivo” por la Organización Mundial de la Salud (OMS). El único país del continente en el que la FIV estaba prohibida hasta hace pocas semanas era Costa Rica. Eso por un fallo del tribunal constitucional costarricense del año 2000 que así lo dispuso, en el entendido de que con la FIV se afectaba el “derecho a la vida” por los embriones que podían perderse.

Agotados mil trámites judiciales y parlamentarios ante instituciones costarricenses, las familias afectadas llevaron su caso a la Corte Interamericana. En la sentencia de diciembre del año pasado, la Corte estableció que esa insólita prohibición –existente solo en el Vaticano y en el Líbano– vulneraba los derechos a la integridad personal, a la vida privada y familiar y al principio de no discriminación de quienes querían ser padres y se les negaba el acceso a la FIV. La Defensoría del Pueblo de Costa Rica fue clara en expresar que la prohibición discriminaba a las mujeres, violentaba sus derechos a la igualdad y no discriminación y perjudicaba la salud reproductiva y el progreso científico. Solo quienes tenían muchos recursos podían recurrir a la FIV viajando a otro país.

Dispuso la Corte Interamericana no solo que Costa Rica deje sin efecto esa prohibición, sino que haga que la FIV –bien regulada– sea un medio disponible dentro de los programas de infertilidad en el sistema de seguridad social del país. Costa Rica está dando ya los pasos necesarios para dar pleno cumplimiento a la sentencia. Incluso la sala constitucional, la misma autoridad judicial que dispuso la prohibición en el año 2000, ha declarado improcedentes la semana pasada los intentos de confrontar en el terreno constitucional la sentencia interamericana.

En esencia y por su propio contenido, esta es una contribución fundamental a favor de la vida. Así lo expresan – “vivamente”– los millones de personas que hoy disfrutan de la vida gracias a que sus padres recurrieron a este tipo de métodos contra la infertilidad. Esas personas no estarían circulando por el mundo de no haber sido por eso. Por ello, resulta por lo menos “paradójico”, que la oposición a la FIV venga de un sector ultramontano de la iglesia que se pretende portaestandarte de la defensa de la vida y que, al paso que va, no hará sino continuar adelgazándose de fieles.

Es contradictorio y, además, inconsistente que en “defensa a la vida” se confronte a la FIV. Que, precisamente, permite que las parejas que deseen tener hijos puedan hacerlo. ¿Cuál es el “argumento”? Que en el procedimiento de la FIV se pierden embriones. Si bien eso es parte de la verdad, la verdad completa es que embriones se pierden, también, con la fertilización natural. Si hubiera coherencia en quienes sostienen ese discurso antivida, tendrían que sumar uno más uno y optar, en general,  por promover –y practicar– la abstinencia.


Escrito por

Diego García Sayán

Abogado. Ha sido presidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, Ministro de Relaciones Exteriores y Ministro de Justicia.


Publicado en

Pisando fuerte

Miradas globales enfocadas sobre derechos, sociedad y medio ambiente.